“Cuando muera recién seré famoso”, indicó el poeta Enrique Verástegui, poeta de la generación del 70.
Lo recuerdo de aquella década de Gobierno Militar, porque era llamativo en sus fotos, delgado, lentes cuadrados y un cabello african look, como los que usaban mucho las Panteras Negras en Norteamérica.
Siempre tuvo presente a su Alma Mater, la Universidad de San Marcos, La Decana de América, “soy sanmarquino”, siempre se le salía en conversación.
Es en el año de 1997 cuando lo conocí, se estaba haciendo un censo poblacional en una zona fuera de la capital y él llamaba la atención: Alto, vestido de negro y con su african look.
Lo hice pasar a mi despacho, sus ojos reflejaban tensión.
Nombre y Apellido: Enrique Verástegui.
¡No me digas que eres el poeta!.
A partir de ahí empezamos una conversación diversa, todo militar por regla debe conocer dos cosas: historia y geografía, así que le jalé hacia mi campo, de ahí pasamos a la literatura y me di con la sorpresa que el poeta era también filósofo.
Al retirarse, sus ojos habían cambiado, eran como los de un niño. Se detuvo antes de salir y expresó: comandante es para mí un placer, una grata experiencia conversar con una persona culta, mucho más si es militar.
A la semana regresó, mi comandante: el moreno que vino hace unos días quiere hablar con usted, indicó el oficial de turno.
Verástegui entró callado y me entregó un libro con su nombre: “La Filosofía de las Matemáticas”.
Comandante: Te pasaste Verástegui.
Verástegui: ¿Cuál es su nombre comandante?
Así que agarró el libro y en su primera página puso: “A mi amigo Octavio, un hombre bueno y culto” con firma y todo.
Luego mientras apreciaba tan digno libro agregó: comandante, usted sabe que la Literatura no da de comer, que los poetas vivimos de la venta de nuestros libros, este libro cuesta tanto.
Por supuesto que lo compré.
Pasaron los años, y un fin de semana me tocó estar en una zona rica de Lima, lo llamativo de dicho sector, es que colinda con una zona pobre, ante lo cual un alcalde construyó un muro para separar a los ricos de los pobres.
El hecho es que dicho día habían remodelado las pistas, por lo que tuve que usar el camino desolado, mal iluminado y pistas con huecos del sector popular. Llevaba a la mano a la niña de mis ojos, mi pistola Browning de 15 cartuchos, el carro avanzaba despacio, cuando en medio de la oscuridad, veo una persona alta caminando dando tumbos con un african look característico.
Verástegui le grité.
V: Mi comandante Ureta que gusto de verlo, (pucha tenía un tufo de alcohol terrible).
Sube, te llevo.
V: No, no se preocupe por mí, estoy bien. Usted sabe que soy más conocido en Europa que en mi país.
Charlamos brevemente.
Bueno ya nos vemos.
V: Mi comandante, ¿puede hacerme un favor? Présteme diez soles.
Verástegui fue múltiple al entrar a varias ramas del estudio, su círculo lo llamaba Harry.
Fundador del Movimiento Hora Zero, sus libros:
En los extramuros del mundo
El Teorema de Yu
El motor del deseo
La Balada del bandolero Luis Pardo
Sus frases para la posteridad:
“Tan bueno como hacer el amor, es pensar simétricamente al mover las piezas del ajedrez”.
“No todo lo que está bien escrito es verdadero, y todo lo mal escrito es necesariamente falso”.
“En el fondo el mundo ha sido generoso conmigo. La genialidad de la vida al interpretar lo que ocurre. He privilegiado la poesía”.
El año 2018 el poeta hizo el viaje al más allá.