¿De dónde son ustedes?:
¡De Infantería!
¿Desde cuándo?
¡Desde siempre!
¿Hasta cuándo?:
¡Hasta el fin!
Así recordaba el coronel Vascones, sus primeros días en la Escuela Militar en el arma de Infantería que había escogido. Tenía sus 6 galones dorados de coronel, tus 6 cheques como le indicaban sus promocionales del Colegio Militar; cuando ingresó era un perro viejo, un “kapor” como llaman a los que provienen de una etapa pre militar.
Mucha agua había corrido por el río, como indican los veteranos en la guerra interna que se libraba, Vascones es un guerrero, y un guerrero no le teme a la muerte, mas no la busca.
La situación en el Perú se volvía insostenible, el enemigo atacaba por todos lados y estaban comprando información para bajarse a oficiales, los agarraban en el carro o cuando iban abrir la puerta de su casa.
Los apagones en las ciudades era pan de cada día, un apagón en un lugar lejano precedía a un ataque.
El enemigo ya no solo hacia emboscadas a las patrullas militares, sino estaban tomando puestos policiales con dotación de 30 hombres, siguiendo su norma maoista, los atacantes eran el triple de efectivos, para asegurar el éxito, no tomaban prisioneros, lo cual hacía expandir el terror.
Si veis el plano del Perú son tres regiones distintas donde se daban tres tipos de combate: la Costa que es la zona de los puertos y ciudades importantes, en las periferias de las ciudades, en las zonas populares eran donde actuaban.
La Sierra conocido como los Andes, con sus cordilleras, cerros, su nivel de altura, donde crearon sus primeras bases el enemigo durante 8 años, antes que iniciaran lo que llamaban su Guerra Popular.
La Selva que es como Vietnam, un clima caluroso y sofocante, el narcotráfico aprovecha su geografía para desarrollarse.
Vascones -al ser un soldado viejo (veterano)-, lo envían a una zona caliente, a una zona roja, metódicamente empiezan sus acciones, en muchos ejércitos la tropa necesita de mujeres y licor para desestresarse, incluso quedaba pensando como sus oficiales se peleaban con los policías por una golfa (una polilla), por un simple baile, mas así se desestresaban.
Por eso admiraba al soldado evangélico, al soldado cristiano que eran pocos, un soldado que no bebía licor, que no podía caer en los pecados mundanos, que entendía la Guerra como una Cruzada, el bien contra el mal.
En esos poblados andinos hacen una fiesta que se llama “Yunza”, donde al final todos terminan ebrios y producto de ello aparecen después muchas madres solteras.
Recordó las palabras de su abuelo:
“Has el bien sin mirar a quien”.
Conoció a una de ellas y la ayudó con su cachorro, la mujer le llevó a la iglesia del pueblo y encontró una joya de artesanía, un Cristo que parecía real, el artista había logrado en la cera mostrar algo extraordinario, Vascones en sus constantes patrullajes usaba dos movilidades iguales, el enemigo ya lo había reglado, era una premio mayor bajarlo y dejarlo cortado en pedazos, para dejar su mensaje de terror.
Ese día Vascones lo recordaba como si fuera ayer, se desplazaba con su movilidad, cuando a la salida del pueblo encontró a la mujer llorando:
“Coronel Vascones no vaya, no vaya le suplico”.
Vascones le indica a su chófer: cambia de ruta, vamos a otro lugar. Ese día la otra movilidad fue atacada y destrozada. Vascones nunca supo más de esa mujer, mas gracias ella vivió para contarlo, y para poder llevar a cabo una de las principales acciones militares, mas eso…eso es otra historia.