“Estamos aquí para defender esta isla al límite de nuestras fuerzas”.
Arengó a sus tropas el general Tadamichi Kuribayashi, cercano a la batalla por Iwo Jima (Isla del Azufre en japonés).

El general Kuribayahi -al igual que el almirante Yamamoto- vivió una época en USA como agregado militar de 1928 a 1930, recorriendo el país y conociendo el inmenso potencial industrial, lo que menos quería era tener un enfrentamiento bélico; mas llegado el momento, cumplió como soldado imperial, con una ventaja, conocía a su enemigo, además de hablar su idioma.

Hizo una defensa del territorio japonés hasta el último soldado, causando el mayor daño posible a su enemigo.

Recorrió la isla de 26 km, hito por hito, desplazó su artillería acorde a los ángulos y creó toda una red de túneles para que la defensa se haga permanente y movible.

En marzo de 1945 se produce el ataque a Iwo Jima, Kuribayashi espera con paciencia oriental que la mayor cantidad de marines estén en la playa y que desembarquen las municiones, es ahí cuando desata el infierno.

Los cañones en el Monte Suribachi -calculado el grado de tiro tienen una eficacia demoledora-. Los defensores nipones -que se habían replegado- dejando avanzar la vanguardia de marines aparecen por atrás, disparando toda su munición y sacrificando sus vidas.

La defensa se hace hasta el límite, sin agua, sin raciones, Kuribayashi hace la última carga de un samurái en un ataque nocturno.

21,000 defensores japonés, bajas 20,700, prisioneros 300, 70,000 marines, calculaban 10,000 bajas se equivocaron, 25,000 bajas, más de un tercio y más que los defensores.

Algunos consideran que el general Kuribayashi se vistió de soldado para hacer el último ataque, no fue así.

Su cuerpo nunca se encontró, hay que ser oriental para entenderlo; mas eso….eso es otra historia.