Durante la guerra de la Independencia del Perú, en el puerto principal que es el Callao, donde se ubica la Fortaleza del Real Felipe se dio uno de los asedios más prolongados -casi dos años- del 5 de febrero de 1824, fecha en que las tropas realistas, -tropas españolas- toman dicha fortaleza hasta el 2 de enero de 1826 que capitulan.

El comandante español Brigadier José Ramón Rodil se negó a reconocer la capitulación del acta de Independencia de Ayacucho, del 9 de diciembre de 1824.

Durante el sitio se le atacó por tierra y por mar, resistiendo sus defensores al mando de Rodil.

En esos meses del asedio, los defensores padecieron de escorbuto, disentería y hambre, llegando a alimentarse de ratas.

Contaban con 2,800 soldados, al final sobrevivieron 400 esqueléticos soldados.

El brigadier Rodil era incansable e implacable, cualquier sospecha fusilaba de inmediato a los que pretendían rebelarse.

En un develamiento de un motín, los rebeldes pidieron confesarse, el sacerdote español de la fortaleza lo hizo, Rodil considera importante la información:

Rodil: Sacerdote decidme lo que le han confesado estos rebeldes.
Sacerdote: No puedo, es un secreto de confesión.
Rodil: Traicionas a tu Rey a tu Patria.
Sacerdote: No puedo, no puedo traicionar a Dios.
Rodil: Que lo fusilen junto con los rebeldes.

Hasta hoy la tropa que esta acantonada en la fortaleza, que se ha convertido en un cuartel y museo, han dado testimonio que en la noches se oyen pasos, gritos y fusilería.

El 2 de enero de 1826, el Brigadier Rodil entrega la Fortaleza del Real Felipe, terminando así el último bastión del Imperio español en América del Sur.

España rindió todos los honores a José Ramón Rodil.